Paperback, 345 pages
Spanish language
Published 2017 by Sexto Piso.
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Hace aproximadamente dos décadas David Byrne descubrió la bicicleta plegable y comenzó a utilizarla en sus viajes alrededor del mundo. Con estos viajes nació la vista panorámica de la vida urbana, una manera mágica de abrirle los ojos a los ritmos y secretos de las ciudades.
En lugares como Buenos Aires, Estambul, San Francisco y Londres, el foco se dirige más hacia el gremio de músicos y artistas. En Berlín o Manila reflexiona acerca de cuestiones políticas. A lo largo del camino, David Byrne reflexiona sobre muchas cuestiones; la globalización, la moda, la arquitectura, la soledad, y los cambios radicales que están sufriendo algunas ciudades. Todo esto narrado con un gran sentido del humor, de la curiosidad y humano.
Sobre la importancia de la bicicleta en su vida, David Byrne: «Desde principios de los años ochenta, he usado la bicicleta como principal medio de transporte en Nueva York. Primero lo …
Hace aproximadamente dos décadas David Byrne descubrió la bicicleta plegable y comenzó a utilizarla en sus viajes alrededor del mundo. Con estos viajes nació la vista panorámica de la vida urbana, una manera mágica de abrirle los ojos a los ritmos y secretos de las ciudades.
En lugares como Buenos Aires, Estambul, San Francisco y Londres, el foco se dirige más hacia el gremio de músicos y artistas. En Berlín o Manila reflexiona acerca de cuestiones políticas. A lo largo del camino, David Byrne reflexiona sobre muchas cuestiones; la globalización, la moda, la arquitectura, la soledad, y los cambios radicales que están sufriendo algunas ciudades. Todo esto narrado con un gran sentido del humor, de la curiosidad y humano.
Sobre la importancia de la bicicleta en su vida, David Byrne: «Desde principios de los años ochenta, he usado la bicicleta como principal medio de transporte en Nueva York. Primero lo hice a modo de prueba, y me sentí cómodo incluso en una ciudad como Nueva York. Me dio una sensación de energía y libertad. Tenía una vieja bicicleta de tres velocidades, una reliquia de mi infancia en las afueras de Baltimore, y para la ciudad de Nueva York no necesitas mucho más. «En aquellos tiempos, mi vida estaba más o menos restringida al centro de Manhattan —el East Village y el SoHo— y enseguida me di cuenta de que la bicicleta era una forma fácil de hacer recados durante el día o de trasladarme de manera eficiente a bares, galerías de arte o locales nocturnos, sin tener que buscar un taxi o la parada de metro más cercana. Ya sé que uno no piensa normalmente en que salir de copas y montar en bicicleta sean cosas compatibles, pero hay muchas cosas que ver y oír en Nueva York, y descubrí que moverme de un sitio a otro en bicicleta era sorprendentemente rápido y eficaz. «Así que me quedé con la bicicleta, a pesar de su aura demodé y del peligro que entrañaba, ya que por entonces muy poca gente circulaba en bici por la ciudad. Los conductores de aquellos tiempos no estaban acostumbrados a compartir la vía con los ciclistas, y te cortaban el paso o te lanzaban contra los coches estacionados, incluso más que ahora. Al hacerme un poco mayor quizá consideré también que pedalear era una buena forma de hacer un poco de ejercicio, pero al principio no pensaba en eso. Simplemente, me sentía bien deambulando por aquellas sucias calles llenas de baches».