Entre siglos y espejos – Mi travesía con Orlando de Virginia Woolf
5 stars
Leer Orlando de Virginia Woolf fue como dejarme arrastrar por un río que atraviesa no solo paisajes, sino también siglos, géneros y formas de ser. Desde las primeras páginas me sorprendió la audacia del relato: un joven noble en la Inglaterra isabelina que, en medio de su vida, se transforma en mujer y sigue viviendo durante más de trescientos años, como si el tiempo fuera solo un escenario cambiante.
Lo que más me fascinó no fue la fantasía en sí, sino la manera en que Woolf la utiliza para cuestionar la identidad. Acompañar a Orlando en su metamorfosis me hizo sentir que el yo no es algo fijo, sino un movimiento constante, una negociación entre deseo, cuerpo, sociedad y memoria. Cada época que atraviesa –la fastuosidad barroca, la rigidez victoriana, el inicio del siglo XX– lo enfrenta a distintas máscaras y expectativas.
Me conmovió también el tono lúdico, casi irónico, …
Leer Orlando de Virginia Woolf fue como dejarme arrastrar por un río que atraviesa no solo paisajes, sino también siglos, géneros y formas de ser. Desde las primeras páginas me sorprendió la audacia del relato: un joven noble en la Inglaterra isabelina que, en medio de su vida, se transforma en mujer y sigue viviendo durante más de trescientos años, como si el tiempo fuera solo un escenario cambiante.
Lo que más me fascinó no fue la fantasía en sí, sino la manera en que Woolf la utiliza para cuestionar la identidad. Acompañar a Orlando en su metamorfosis me hizo sentir que el yo no es algo fijo, sino un movimiento constante, una negociación entre deseo, cuerpo, sociedad y memoria. Cada época que atraviesa –la fastuosidad barroca, la rigidez victoriana, el inicio del siglo XX– lo enfrenta a distintas máscaras y expectativas.
Me conmovió también el tono lúdico, casi irónico, con que Woolf narra esta biografía inventada. Sentí que jugaba con los límites entre novela e historia, entre realidad y fantasía, y en ese juego surgía una libertad que pocas veces encuentro en la literatura. Orlando no es solo un personaje; es un espejo cambiante en el que vi reflejadas mis propias dudas sobre quién soy y quién podría llegar a ser.
Al cerrar el libro, no tuve la sensación de haber llegado a un final, sino de haber iniciado un viaje interior. Orlando me enseñó que el tiempo y el género no son cárceles definitivas, sino materiales con los que se puede experimentar. Y esa lección, envuelta en la prosa luminosa de Woolf, me dejó con una gratitud profunda y con la certeza de que la identidad es, ante todo, una aventura.