El silencio que ilumina – Mi encuentro con Brancura de Jon Fosse
5 stars
Leer Brancura fue como entrar en un espacio donde las palabras se disuelven y solo queda el pulso tenue de la existencia. Desde las primeras páginas supe que no estaba ante una novela convencional, sino ante una experiencia casi mística. Jon Fosse escribe con una sencillez engañosa, como si cada frase fuera un suspiro, un eco que se repite hasta volverse oración. Su lenguaje no busca contar, sino revelar.
El narrador de Brancura atraviesa un momento de tránsito, suspendido entre la vida y la muerte, entre el cuerpo y la luz. Mientras lo acompañaba, tuve la sensación de caminar por un paisaje blanco, sin fronteras, donde el tiempo se ha detenido. Esa “brancura” —esa blancura que da título al libro— no es solo color, sino un estado del alma: el vacío que precede a la comprensión.
Lo que más me conmovió fue la serenidad con que Fosse se …
Leer Brancura fue como entrar en un espacio donde las palabras se disuelven y solo queda el pulso tenue de la existencia. Desde las primeras páginas supe que no estaba ante una novela convencional, sino ante una experiencia casi mística. Jon Fosse escribe con una sencillez engañosa, como si cada frase fuera un suspiro, un eco que se repite hasta volverse oración. Su lenguaje no busca contar, sino revelar.
El narrador de Brancura atraviesa un momento de tránsito, suspendido entre la vida y la muerte, entre el cuerpo y la luz. Mientras lo acompañaba, tuve la sensación de caminar por un paisaje blanco, sin fronteras, donde el tiempo se ha detenido. Esa “brancura” —esa blancura que da título al libro— no es solo color, sino un estado del alma: el vacío que precede a la comprensión.
Lo que más me conmovió fue la serenidad con que Fosse se acerca a lo absoluto. En su escritura no hay dramatismo, sino aceptación. Todo parece reducido a lo esencial: un recuerdo, una respiración, una presencia que se intuye más allá de las palabras. A veces me sentí perdido, pero también en paz, como si el libro me invitara a escuchar algo que no puede decirse.
El ritmo repetitivo, casi musical, tiene la fuerza de una plegaria. Fosse convierte el silencio en sentido, la pausa en revelación. En ese blanco infinito, comprendí que no hay separación entre la fe y la vida, entre el dolor y la claridad.
Al cerrar Brancura, me quedé inmóvil, como quien despierta de un sueño que no quiere terminar. Más que una lectura, fue una experiencia espiritual: un recordatorio de que, detrás del ruido del mundo, todavía existe un espacio de calma donde la luz, simplemente, es.