No comencé Guillermo Tell esperando tanta emoción. Pensaba encontrar un drama histórico solemne, pero desde las primeras escenas sentí la fuerza de una historia que respira libertad, coraje y humanidad. Schiller no escribe simplemente sobre un héroe que dispara una flecha; escribe sobre la dignidad de un pueblo entero que se niega a vivir de rodillas.
El paisaje suizo, con sus montañas y lagos, no es solo un fondo: es un personaje más, vivo, majestuoso, casi sagrado. Mientras leía, podía sentir el eco del viento, la pureza del aire y la tensión silenciosa de un pueblo oprimido por el poder de los Habsburgo. En medio de esa tensión, surge Tell, un hombre sencillo, de palabra justa y corazón firme. Me impresionó cómo Schiller lo retrata: no como un revolucionario por ambición, sino como alguien empujado por la injusticia hacia un acto que se convierte en símbolo eterno.
La …











